Para ser honesta, así es.

Hoy mismo me he levantado especialmente dispersa. Tenía planificadas las cosas que quería hacer a lo largo del día, pero a veces por diferentes circunstancias simplemente no estás en la disposición de afrontar lo que tienes que hacer, o no de un modo totalmente concentrado y desde un ideal productivo.

A veces me cuesta hacer lo que tengo que hacer, sea en mi trabajo, en mi casa, en mi autocuidado… No es que no quiera hacerlo, es que en ese momento no me apetece en absoluto. Preferiría estar haciendo cualquier otra cosa excepto lo que había pensado hacer.

Cuando surge esta situación, por supuesto me nacen muchas emociones que resultan incómodas, y muchos pensamientos de juicio hacia mí misma. Sobre todo si es ante algo relacionado con mi trabajo, porque ya sabemos la tremenda presión social que tenemos encima con lo de ser productivas (especialmente si eres autónoma y tienes interiorizado que tu trabajo y sus resultados dependen en buena parte de ti y tus acciones; ser tu propia jefa es una movida en cuanto a la autoexigencia y la precariedad no ayuda en absoluto).

¿Cómo gestionar esto? Pues depende del día y las circunstancias. A veces me fuerzo un poco a hacer lo que «debo» por un rato, teniendo momentos de dispersión y aceptando no obtener los resultados que me gustaría de mí misma. En otras ocasiones (las menos, la verdad, que la culpa es muy influyente) me permito descansar al 100% hasta que me encuentre en un estado emocional diferente y ya me sienta capaz de afrontar las responsabilidades que he evadido momentáneamente.

Es muy difícil encontrar un equilibrio. No hay una receta mágica ni una respuesta concreta. No hay una pauta. Lo que no puede faltar es la escucha hacia adentro. Sólo ahí podemos encontrar respuestas, las que sean.

Y de paso no viene mal recordar que esto nos pasa a todas las personas y que es humano sentirse así, no somos peores personas por tener estos momentos con más o menos frecuencia.

Un abrazo bien cargado de cuidados 💜