Atención sanitaria y desigualdad de género

La semana pasada hablamos de las principales diferencias que marca el género en la salud mental de las personas, y hoy queremos adentrarnos un poco en cómo intervenimos les profesionales en esas situaciones.

Diferencias en la demanda de atención

Sólo hacer falta recurrir al último informe publicado por el Sistema Nacional de Salud y poner en el buscador la palabra “sexos” para distinguir la información segregada por géneros y hacernos una idea del diferente estado de salud que en general expresan mujeres y hombres.

A grandes rasgos, se puede observar que las mujeres tienden a tener una peor valoración de su propio estado de salud que los hombres, lo cual condiciona el hecho de que demanden atención profesional y de qué tipo.

Los dolores crónicos que más expresan sufrir las mujeres (en porcentajes notablemente superiores a los de los hombres) son dolor de espalda lumbar y cervical, artrosis, artritis, reumatismo, migrañas, dolores de cabeza, problemas de tiroides, ansiedad y depresión. En el caso de los hombres no se destacan problemas crónicos que sufran en mayor grado que las mujeres.

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Fuente: Encuesta Nacional de Salud España 2011/2012 (la última publicada)

 

Las mujeres acuden con mayor frecuencia a consultas de Atención Primaria, mientras que los hombres son quienes más acuden a los servicios de Urgencias. Los malestares que expresan y se detectan tienen sentido con estos datos: en las mujeres hay más problemas de dolor crónico y malestar indefinido, sin causa orgánica ni tratamiento eficaz, y los hombres sufren mayor cantidad de lesiones y accidentes.

“La prevalencia de los síntomas somáticos sin causa orgánica parece ser creciente y es claramente más alta en mujeres, de etiología mal conocida, de diagnóstico difícil y solapable, de curso crónico, y no se cuenta con un tratamiento médico que se haya mostrado eficaz”. (Velasco, Ruiz y Álvarez-Dardet, 2006)

¿Qué podemos hacer como profesionales de la salud?

En el sistema sanitario español predomina en la actualidad el paradigma médico biologicista, que ha demostrado en este caso no ser eficaz a la hora de tratar el malestar de gran cantidad de mujeres. ¿Y si proponemos un cambio de miras, y ampliamos visiones?

Aunque para algunas personas parezca mentira, a día de hoy muchísimes profesionales sanitaries no son conscientes de que las personas no nos regimos únicamente por la biología, ni nuestros cuerpos ni nuestras mentes, somos biopsicosociales, y estas tres esferas están estrechamente relacionadas.

“Los síntomas somáticos sin causa orgánica (SSCO) permanecen médicamente inexplicados. Su abordaje podría estar limitado por un concepto biologicista de la salud. Diversas teorías críticas estudian factores contextuales, de género y subjetivos para los SSCO y sus modelos de atención (…) Conviene reconocer la existencia de teorías alternativas a la biomédica que amplían la comprensión de los SSCO, incluyendo factores contextuales, de género y subjetivos asociados al proceso de salud-enfermedad, que producen modelos de atención con mayor potencial de atención integral”. (Velasco, Ruiz y Álvarez-Dardet, 2006)

Proponemos trabajar ofreciendo una atención integral de verdad, dando el mismo valor inicial a la parte social y la parte psicológica de las personas que se le otorga a la biológica. Entender que cada persona es única y por ello es importante que como profesionales -independientemente de cuál sea nuestra profesión y especialidad- debemos ver a las personas en correlación con su entorno, su contexto psicosocial, sus vivencias… A la persona completa, no sólo al cuerpo.

Entre los factores de contexto social está el género, que como estamos viendo es un condicionante de gran influencia, que marca nuestras personalidades, expectativas, vivencias, riesgos, factores de protección, aspiraciones,…

Sesgos de género

El sesgo de género lo podríamos definir como «pasar por alto el género», o lo que viene siendo lo mismo en este caso, el androcentrismo en la práctica sanitaria (y en todas las prácticas del sistema social).

Esto significa que, por ejemplo, cuando se realizan pruebas de investigación en Medicina en muchos casos los sujetos investigados son exclusivamente hombres, cuyos resultados se aplican directamente a las mujeres, asumiendo que cualquier efecto será el mismo. El androcentrismo es utilizar al hombre cisgénero como referencia aplicable al resto de personas, en cualquier ámbito de la vida, con las consecuencias que ello tiene.

Por ejemplo, los microinfartos son dolencias vividas en mayor porcentaje en hombres que en mujeres. Curiosamente, dentro de las personas fallecidas por microinfartos, hay más mujeres que hombres. ¿Qué sentido tiene esto? Se explica públicamente que los síntomas físicos de que se está sufriendo principalmente son dolor en el pecho y brazo izquierdo, pero no se dice que estos síntomas son en el caso de los hombres y que en las mujeres predomina el dolor abdominal y otros síntomas. No sólo esto hace más difícil para las mujeres que ellas mismas detecten lo que les está ocurriendo, sino que al acudir a urgencias explicando sus síntomas es común que se realicen primero otro tipo de pruebas relacionadas con el aparato digestivo y no se considere como prioridad el infarto.

En resumen, que si trabajamos en salud, sea cual sea nuestro ámbito de intervención, debemos formarnos en perspectiva de género porque de lo contrario estaremos (la mayoría de las veces inconscientemente) aplicando un trato desigual a las personas a las que atendemos, así como no estaremos ofreciendo una atención integral por no observar en conjunto todos los factores vitales que le pueden haber llevado a la situación actual.

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Mural del Centro de Mujeres de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis

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